La colina sobre la que se asienta el casco histórico de Almedina se caracteriza por su carácter longitudinal. Si bien mide unos 782 metros de largo, el ancho oscila entre los 85 y los 225 metros. Desde esta colina, podemos contemplar las estribaciones más septentrionales de Sierra Morena, frontera natural con Andalucía; así como el comienzo hacia el norte, de la vasta meseta castellana.

En el extremo suroeste del núcleo, horadado por numerosas cuevas y manantiales se localiza el origen del pueblo. Sobre este lugar, se levantaron la mezquita y posteriormente la iglesia cristiana. El urbanismo en torno a ellas se desarrolló a través de calles estrechas e irregulares, hasta la calle Zacatín, cuyo nombre podría derivar de zoco o mercadillo. Dado que durante la edad media, estos mercadillos solían situarse en la muralla de las poblaciones, casi siempre extra-muros, podríamos estar ante un indicio de cuál era el límite del núcleo urbano durante esa época.

Desde la calle “Zacatín”, y hacia el noreste, el crecimiento del pueblo se estructuró (en contraste con la parte anteriormente descrita) de forma regular a partir de tres espacios-plaza desde donde surgen tres calles paralelas dispuestas en el sentido longitudinal de la colina. Estas tres calles quedarían atadas por calles perpendiculares a las mismas, que al conectar en muchos casos las dos laderas de la colina, nos ofrecen espectaculares vistas del entorno que nos rodea. Es en esta parte del pueblo donde podemos encontrar la antigua Casa de Fernando Yáñez de la Almedina, el Ayuntamiento (antigua Casa Señorial de los Heredia), el Casino de Labradores y la Ermita de los Remedios.